Columnistas

El fin del octubre rojo

Fernando Barros Tocornal Abogado. Consejero de Sofofa

Por: Fernando Barros Tocornal | Publicado: Viernes 9 de septiembre de 2022 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Fernando Barros Tocornal

El aplastante resultado del plebiscito constitucional pone punto final a la crisis institucional iniciada el 18-O con la violenta insurrección revolucionaria y su declarada finalidad de destituir al Presidente, intentona que nos tuvo al borde de la guerra civil.

El gobierno del Presidente Pinera resistió la presión y evitó exponer al país a un baño de sangre, encausando la crisis política por la vía democrática a través de una convención electa para redactar y proponer una nueva Constitución que nos llevaría a una patria más unida.

“La ciudadanía fue categórica: no existe la hoja en blanco y que no se puede prescindir de la rica experiencia constitucional de dos siglos de vida republicana. No cualquier propuesta podrá reemplazar la Constitución de 1980/2005.

La decepción no tardó en llegar. El país fue testigo de los excesos ideológicos y excentricidades de los sectores que traerían renovación a Chile y que, por el contrario, sin oír a vastos sectores de la sociedad, construyeron una propuesta extrema, divisionista, indigenista y estatista que sufrió el rechazo de una inmensa mayoría del país, en un plebiscito informado libre de la presión y violencia que rodearon a su precedente.

El rechazo fue a los convencionales por su actuar irresponsable, por la soberbia extremista y desprecio de los reales intereses de Chile y por transar la venta del territorio y valores para imponer un proyecto destructor de nuestra patria. También a los que prometieron prudencia, pero se hicieron cómplices activos de los excesos.

Y especialmente ha sido un castigo al Presidente Boric y su gobierno, que incurrió en un intervencionismo partisano y renunció a ejercer un rol pacificador ante el descarrilamiento de la convención y asumir el deber de encauzar la labor de sus correligionarios constituyentes en la dirección del bien común y el interés nacional, actuando como indolente observador frente al peligroso rumbo y lamentable espectáculo que caracterizaron el desenfreno convencional. Ello explica que parte importante de sus votantes le dieran la espalda y no aceptaran la propuesta que hizo suya.

Junto con rechazar los escaños reservados, la plurinacionalidad y toda forma de discriminación en función de origen, sexo o etnia como inaceptable por vulnerar la igualdad ante la ley y de dividir el territorio, la justicia y la identidad nacionales, se evidenció el desacuerdo con debilitar las bases del derecho de propiedad, de imponer modelos únicos en educación, salud y previsión, de destruir el equilibrio legislativo eliminando el Senado, de pretender someter al control político la administración de justicia y un sinfín de otras “innovaciones”.

Así, la ciudadanía fue categórica en dejar establecido que no existe la hoja en blanco y que no se puede prescindir de la rica experiencia constitucional de dos siglos de vida republicana, por lo que no cualquier propuesta podrá reemplazar la Constitución de 1980/2005.

El mensaje de los chilenos al gobierno es claro. No puede continuar con iniciativas de seguridad social que excluyan el derecho de elección o que privan de los ahorros previsionales a sus dueños; que basta de una actitud indolente y cómplice ante la violencia e inseguridad que sufre parte importante de la población y; que en vez de palabrería populista de derechos irreales, los chilenos quieren una verdadera sociedad de oportunidades, para lo cual urge un firme compromiso y acciones efectivas que fomenten la inversión y el crecimiento, desistiendo de una reforma tributaria mal diseñada, expropiatoria de los ahorros y que no solo no contribuirá con mayores ingresos para financiar las necesidades sociales, sino que ahondará la crisis que ya llegó a Chile.

Lo más leído